La luna había aparecido y la monotonía persistía en convivir con él, así que decide vestirse, dar una mirada fugaz por el espejo y emprender su recorrido, como lo ha hecho las últimas semanas.
Mesas y sillas negras lo reciben con música que para muchos suena nociva, pero para él son como la gloria, música que sirve para despejar su mente. Se sienta en la mesa de siempre acompañado de nicotina y cebada, solo para matar algunos minutos de su día. Canciones que llenan de melancolía, acordes que aceleran el corazón y voces que erizan la piel parecen la mejor receta para un alma algo cansada.
Pasan las horas y su cuerpo un tanto tambaleante se para de la mesa a emprender un camino hacia ningún lugar. Luego de muchos pasos decide sentarse y poner en funcionamiento su briquet para encender a su compañero y ver como el liviano humo se va, así como su ánimo lo hace. En ese trascurso decide cerrar los ojos un momento, al hacerlo siente un pizca de brisa fría y unas pequeñas gotas golpear en su rostro, una sonrisa de satisfacción sale a relucir de inmediato.
Minutos más tarde, lo que parecía una pequeña llovizna se estaba convirtiendo en casi un diluvio, el viento era más salvaje y el afán y el mirar de las personas hacia a él lo hacían poner un poco tenso. Frio y empapado, finalmente decide ponerse en pie para continuar con su camino. Algunas calles adelante, una vibración en su bolsillo causada por su teléfono móvil le obliga a hacer una ligera pausa y observar. Con afán toma su móvil y echa un vistazo, un mensaje de texto hace que una sonrisa un poco sarcástica florezca, tras leer el emotivo mensaje decide que ya es hora de tomar la ruta a su hogar y dejar atrás aquel camino que no lo llevaba a ningún lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario